LEE UN RELATO AL AZAR


Ver una entrada al azar

martes, 20 de mayo de 2014

VUELVE, FANNY (José Luis García Martín)


“¿Usted cree en los sueños? ¿Y en los demonios? Yo sí. Bueno, ni creo ni dejo de creer. Cuento tan solo lo que me ha pasado. Mucho tiempo antes de que mi mujer me abandonara, cuando todavía nos llevábamos bien, incluso yo diría que muy bien, comencé a soñar que ella me dejaba. Los sueños comenzaron curiosamente en cuanto comenzó a trabajar en mi departamento un nuevo becario. Tuvo algunas desavenencias con el director de su tesis doctoral, se enfadó con él y me pidió que yo se la dirigiera. No me hacía mucha gracia, pero insistió tanto que acabé aceptando. Luego no tardamos en hacernos amigos. Como era argentino y no tenía aquí familia, comencé a invitarle algún que otro fin de semana a comer a casa. A mi mujer no le gustaban demasiado aquellas invitaciones y luego pasó lo que pasó, así es la vida. Pero mejor no hablar de ello. Lo que quería contarle es que nada más conocer a aquel meloso doctorando comencé a soñar con que mi mujer me abandonaba. Mi subsconsciente supo antes que ella lo que iba a ocurrir. Luego no duraron juntos ni medio año, pero esa es otra historia. Y en cuanto a los demonios, no me refiero a esos con rabos, cuernos y tridente de las leyendas medievales o de los que nos hablaban, cuando éramos niños, en el catecismo. ¿Recuerda usted que Sócrates tenía un demonio? Pues a ese tipo de demonios me refiero. Más de una vez, en los días siguientes a que mi mujer me dejara, al llegar yo a casa, me abrió la ventana del salón y me invitó a que me arrojara por ella. Nunca le hice caso, y no por falta de ganas, sino porque vivo en un primero y lo que me apetecia era romperme la cabeza y acabar de una vez y no romperme una pierna y andar por ahi tullido, además de cornudo y apaleado. Fue también mi demonio, que a veces se porta como un servicial mayordomo y otras como un niño malcriado, quien me abrió la puerta de ese local de alterne que está cerca de mi casa, y de la suya, al lado del Milán. Antes se llamaba Foro, ahora ha cambiado de nombre, una vez le pregunté por qué al encargado y él me dijo que porque había un partido político que también se llamaba así y eso les desprestigiaba. Yo creo que lo decía en broma, aunque no estoy seguro. Todavía se llamaba Foro cuando yo entré por primera vez. Dos chicas se me acercaron de inmediato. Una me sonrió a mí y la otra a mi demonio. Me extrañó porque es invisible para todos, ahora mismo está aquí a mi lado, escuchando atento, y no creo que usted pueda verle. No tenía yo costumbre de frecuentar ese tipo de locales, creo que solo había entrado una vez, de joven, en una despedida de soltero. Pero aquella chica, que no era tan joven como me pareció en un principio, en seguida me cayó bien. Resultó que teníamos muchas aficiones en común. Hablamos, hablamos hasta la madrugada, yo bebí mucho, esa es la verdad. Le pedí que me acompañara a casa, cuando cerraran el local. Ella se limitó a besarme y a decir: “No lo estropeemos”. Me levanté con dolor de cabeza y sin tener muy claro lo que había pasado. En la cocina, ya era casi mediodía, estaba mi demonio, que me había preparado el desayuno. No tomé nada, no estaba acostumbrado a beber tanto, me sentía mal y a la vez me sentía muy bien. Volvi dos o tres noches más y luego dejé de ir porque ella prefería verme fuera de su lugar de trabajo y yo no podía creerme que tuviera tanta suerte. Mi demonio sonreía y no decía nada, el muy cabrón. Y no había sueños que me avisaran de nada. Hacíamos el amor todas las noches, cosa que no me ocurría con mi mujer, y luego dormía como un bendito, de un tirón, hacía mucho tiempo que no me ocurría eso. Yo no pensaba casarme con ella, con una experiencia tenía bastante, pero le tenía plena confianza. Pusimos en común sus bienes y los míos, las cuentas del banco. Me dirá usted que eso fue una estupidez. Y yo también me lo he dicho muchas veces. Desapareció llevándose todo lo que pudo. Me dieron ganas de estrangular a mi demonio, que fue quien me la presentó. Ahora tengo sesenta años, ni un euro en el banco, medio sueldo embargado para pagar la pensión de mi exmujer, un maldito demonio que no me dejá ni a sol ni sombra y más ganas de vivir que nunca. ¿Cómo se explica eso? Pues porque estoy enamorado, porque sigo enganchado a Fanny, la mujer que encontré en Foro, el local que ahora no se llama así, ya sabe usted por qué. ¿Cómo es posible seguir queriendo a una ladrona que me rompió el corazón? Ni lo sé ni me importa saberlo. ¿Sabe usted que yo, que antes no jugaba a la lotería, juego ahora siempre que puedo? ¿Y sabe por qué? Para ver si me hago rico y vuelve a Fanny para robarme todo lo que tenga que robar. ¿Ya es la hora del cine? Perdone, no le entretengo más. Usted se preguntará que por qué le cuento esto, seguro que piensa que no soy más que un loco locuaz. Y sí, he estado en tratamiento, algún tiempo fui a la consulta de Mediavilla, aprendí muchas cosas, es un hombre sabio, pero no estoy loco, no se preocupe usted. ¿Estaba loco Sócrates? Pues él también tenía un demonio. Mire usted cómo se aburre ahora el mío. Pone cara de estar tramando otra de las suyas. ¿Y por qué le confieso estas cosas? Pues porque me han dicho que usted cuenta todo lo que le cuentan, y Fanny leía todos los días el periódico en que usted escribe. Quiero que sepa que la perdono, que quiero que vuelva, que me robe todo lo que me queda por robar. ¿Qué película va usted a ver? ¿Aprendiz de gigoló? No se la recomiendo, una patochada de John Turturro y cuatro amiguetes, aunque quizá le guste ver cómo viven los judíos ortodoxos en Williamsburg, ese barrio de Brooklyn”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario