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lunes, 1 de julio de 2013

EN MIS MANOS (Saiz de Marco)

Tras su investidura, el presidente electo se desplazó al palacio (sede de la Presidencia y al mismo tiempo su vivienda oficial). Al llegar allí, se dirigió al despacho presidencial para esperar la visita de su antecesor y del ministro de Defensa en funciones. El presidente saliente y el todavía ministro le transmitieron los mayores secretos de Estado, esto es, el mapa de los lanzamisiles y las claves del botón nuclear (el botón conectado al armamento atómico). Para accionar éste había que abrir un armario blindado, marcar un código de diez dígitos y seguidamente apretar el botón.

Por la tarde, después de comer, el presidente se encerró en su despacho para ultimar la lista de ministros que iba a nombrar. Pero no pudo resistir la tentación de abrir el armario y quedarse mirando aquel botón.

Pensó “Miles de millones de años desde la aparición de la vida. De las primeras células a los mamíferos. Vida acuática. Salida del mar. Adaptación al medio terrestre. Tránsito de las bacterias a la vida vegetal. De las plantas a los animales. Extinción de los saurios. Desarrollo de la inteligencia. Irrupción del hombre... Y ahora, con sólo pulsar un botón –este botón, de pronto en mis manos- probablemente todo desaparecería. Todo. No sólo la humanidad, sino la vida: toda forma de vida en la Tierra”.

El presidente sintió una turbación, una especie de vértigo. Tuvo que sentarse.

Estaba así, aturdido, cuando entró en el despacho su hija de seis años. A la niña le llamó la atención aquel botón, quizá por su color amarillo y porque estaba dentro de un armario abierto; de modo que se acercó a él.

El presidente, alarmado, se puso de pie y le impidió el paso:

-No lo toques. Es muy peligroso.

La niña preguntó:

-¿Hace daño? ¿Es como los quemadores de la cocina?

Y el presidente, al tiempo que cerraba el armario, contestó:

-Sí, hija. Algo parecido a eso.

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