le mandó a decir: “No te metas con ese justo, que
hoy, en sueños, he sufrido mucho por su causa”.(Mt 27,19)
-¿Qué piensas hacer con el agua?
-¿Qué agua?
-La que has usado para lavarte las manos.
-Pues tirarla, ¿qué quieres que haga?
-La suciedad pasará a la tierra y se quedará ahí para siempre.
-Bien, pues qué crees que debo hacer. ¿Ahorcarme, como el que lo entregó? Ya ves que a esos exaltados no hay quien los pare: he mandado que lo azoten y no han tenido bastante; les he amenazado con soltar a Barrabás y lo han preferido. Están dispuestos a todo con tal de matarlo. Si no lo autorizo habrá una rebelión. Lo matarán igual y a mí me arrastrarán con él.
-¿Y si haces que lo crucifiquen el viernes?
-¿El viernes?
-El viernes por la tarde. Seguro que al oscurecer se largan. Esa gente es así: los sábados tienen prohibido hasta sonarse los mocos.
-Quieres decir que podríamos hablar con alguien. Una persona de confianza que lo descuelgue de la cruz cuando todavía no esté muerto.
-Veo que me has entendido.
-Pero ¿qué pasará si después lo ven vivo? Sería volver a empezar.
-Sí, claro, hay que hablar con él. Después tiene que irse: marcharse lejos y no regresar. Fíjate que corre el rumor de que revivió a otros y él mismo podría hacerlo. Pues aun así tendría que largarse. Si resucitara diez veces, lo matarían once.
-Puedo intentar decírselo. A él su vida no le importa. Ya lo has oído: “mi reino no es de este mundo”. Pero quizá acepte por su madre.
-Está claro que, aunque a él lo maten, a su madre no la dejarán tranquila.
-Estaba triste por eso cuando conversé con él. Es el hombre más raro que he conocido. ¿Sabes?: nunca ha estado en Roma pero entiende el latín. Y hay algo insondable en su mirar. En fin, puede que consienta ir con su madre a las montañas, más allá de Damasco… Bajaré a verlo al calabozo.
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