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miércoles, 26 de junio de 2013

TINIEBLAS (Esteban Padrós de Palacios)

Vengo de muy lejos. ¿De dónde? Todo son tinieblas. Oscuridad aterradora. Si pudiera abrir los ojos. Razono que quiero ver. Tengo la voluntad de ver. Pero no puedo. Los párpados. ¡Oh, los párpados! Cómo pesan. No, no se mueven. ¿Estaré ciego? ¿Y dónde estoy? Puedo pensar. Estoy pensando. Y tengo frío y miedo. La muerte. ¿Es la muerte? Si no estoy muerto, ¿por qué no puedo ver nada? ¿Por qué no puedo moverme? Me invade el pánico. ¿Estaré paralítico? ¡Abríos de una vez, Dios mío, abríos! Y ahora ¿qué sucede?
-Lucas, Lucas...
Es una voz muy suave. Una voz solícita que viene de muy lejos. ¿Lucas soy yo? Sí, debo de ser yo.
-Lucas...
De nuevo la voz persuasiva, la voz serena. Esto quiere decir que oigo. Mis oídos captan sonidos. Hay algo exterior a mí. Mi mente se desvela. Los dedos. Puedo mover los dedos. No, no estoy paralítico. Estoy tocando una tela, una tela de textura conocida. Sí, una sábana. ¿Y por qué una sábana? Si pudiera ver... Una sábana, una cama. ¿Qué hago en una cama sin ver nada? ¿Estaré realmente ciego? ¡Oh, no, eso no!
-Se mueve...
La voz se dirige a otras personas. Parece contenta. Luego hay gente a mi alrededor. Un esfuerzo. Un esfuerzo para despegar los párpados. Ver la luz. Sobre todo ver la luz. No siento dolor. No hay duda de que estoy en una cama. Seguramente una cama de hospital. Pero, ¿por qué digo de hospital? No recuerdo nada. Sí, sí recuerdo. Vagamente. La imagen de un coche. Un gran chirrido. Un choque. Eso es. Estoy volviendo a la vida. Salgo de la anestesia. ¡Oh, Dios, los párpados parece que se mueven! Vislumbro formas borrosas, imprecisas.
-Por fin...
Unos dedos suaves se posan sobre mis ojos. Me cierran los párpados. Y es en este momento cuando al fin veo. Veo con claridad a mis abuelos, a mi padre, a Carlos, mi gran amigo, que murió tan joven...
-Lucas, hijo. Al fin has llegado. Ha sido un camino muy duro.
Y ahora sí, ahora los contemplo a todos bajo una nueva, infinita luz.

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