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miércoles, 19 de junio de 2013

QUINTO MANDAMIENTO (Saiz de Marco)


Una chica de unos diecisiete años repartía octavillas en la calle. Me dio una y la leí:

Todos los animales que poseen sistema nervioso tenemos capacidad de sentir y sufrir. A ninguno nos gustaría estar encerrados o privados de movimiento, ni que nos golpearan, ni que nos arrebataran la vida contra nuestra voluntad. Nuestro objetivo pasa por que se establezca el principio de igualdad entre todos los animales, entendido como una idea moral, reconociendo que la vida y la libertad de los demás animales son tan importantes para ellos como las nuestras para nosotros. Es hora de dar otro paso, de avanzar hacia una única moral, superando la idea de que los animales son cosas de nuestra propiedad simplemente por no ser iguales a los humanos y no pertenecer a nuestra especie. El `especismo’ se opone a la esclavitud, explotación y muerte de cualquier animal no humano y excluye el consumo de productos de origen animal.

Y tras leer esto recordé que el legislador del Sinaí, cuando en sus famosas tablas mandó “No matarás”, se refería a los humanos. Sólo a los humanos. Y es más: en otros lugares de la Biblia no le importaban los sacrificios animales (los exigía incluso). Y, en fin, nunca tuvo una palabra para que no se haga sufrir innecesariamente a un animal.

Así que le dije a Yavéh:

-En cuestión de ética, de piedad, de compasión, esta chica va por delante de Ti. Mientras que a Ti te da igual el dolor animal, a ella sí le importa. Creo que tendrías que tomar nota. Creo que deberías aprender de ella.

Eso fue lo que le dije al Señor del Sinaí. No sé si me escuchó, pero yo se lo dije.

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