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lunes, 3 de junio de 2013

CUESTIÓN DE SUERTE (Saiz de Marco)


Es pobre y va de bar en bar ofreciendo lotería. Con lo poco que saca vendiendo décimos añade algo a los escasos ingresos de su marido, tan reticente al trabajo como proclive a la juerga.

Ha conseguido colocar todos los décimos del sorteo de Navidad que le han dejado en la administración de loterías. Todos menos dos: dos boletos del mismo número, que se guarda para ella.

No es que piense seriamente que va a tocarle. Lo hace, más que nada, por no saberse expulsada del ritual navideño. Por sentir que no queda excluida del bombo.

Esconde los décimos de lotería en su cama, entre el colchón y el somier, junto al dinero recaudado (no mucho: una pequeña comisión por cada décimo vendido).

Pero unas horas después el dinero no está. Obviamente su marido lo ha encontrado y se ha apropiado de él. Al menos los dos décimos siguen ahí.

Como necesita dinero para comprar comida, coge los dos décimos e intenta venderlos.

Es de noche. Deja a sus hijos acostados, sale a la calle y empieza su habitual recorrido por los bares. En uno de ellos un cliente le dice:

-Venga, vete a casa con tus niños. Me quedo con los dos décimos.

En el sorteo del 22 de diciembre el número que tenía sale agraciado. Le corresponde un premio importante.

(De nuevo la suerte -siempre ella-, riéndose en su cara.)

Pero, dado que en la vida no todo puede ser malo, el hombre que le compró los dos décimos decide darle una parte del premio. Tampoco mucho: algo parecido a una propina.

Y ella le dice: “Prefiero haberle vendido a usted los décimos antes que a otra persona… Y además, ¿sabe qué? Estoy segura de que, si me los hubiera quedado, no habría salido ese número. Conociendo mi mala suerte, habría salido otro”.

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