La refriega acaba cuando uno de los grupos se retira. En la tierra y la hierba quedan restos de sangre. Varios chimpancés yacen muertos.
Por la noche el zoólogo se acerca al campo de batalla y, mientras comprueba que algunos de los palos usados en el combate habían sido afilados con los dientes, piensa “Menos mal que aún no han inventado las armas de fuego…”.
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