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lunes, 6 de mayo de 2013

QUE SOY NATURALEZA (Saiz de Marco)

Va y viene.

Inquieto, oscuro insecto en techo de hospital.

Busco sentido a sus movimientos.

Acaso me escruta.

Contempla mi cuerpo.

Lo que queda de él. Tal vez le divierta.

A mí me divertía el sufrimiento ajeno.

De niño abrasaba insectos.

Arrancábamos alas y con una lupa hacíamos que el sol los quemara.

Como un pasatiempo.

No era yo el único niño.

Los demás también reían.

Apedréabamos perros, abríamos ranas, partíamos lagartijas y cada trozo de ellas se arrastraba a un lado.

Torturábamos murciélagos.

De ramas colgábamos gatos.

No era yo el único niño.

Los demás cambiaron.

Al crecer lo dejaron.

Maduraron.

Pero yo no.

Seguí gozando del dolor.

Gusto de hacer, de ver sufrir.

Crueldad que atraía.

Excitación.

Me gustaba.

Pasé a las personas.

Una sola.

Pero es mucho.

Nunca se supo y nadie me condenó.

Reniego de aquello.

Me disgusta que me gustara.

Reniego de mí.

Por eso vine a España.



Vine a España a luchar contra mí.

Su guerra era mi guerra.

España como un asidero.

Razón contra fuerza.

Libertad contra opresión.

Contrariar mis instintos, purificarme.

El Partido reclutaba jóvenes.

La Komintern enviaba voluntarios a defender la República.

No debía sustraerme.

Al alistarme hubo advertencias.

“No es una huelga ni una manifestación. No se gritan consignas ni se reparten octavillas. Es una guerra, hay obuses y bombas. Allí se mata. Uno puede ir y no regresar”.

Pero otra lucha había en mí.

Vine a ganar otra guerra.

Vine a habitar el dolor. Vine a curarme.



Nos recibieron agradecidos.

No entendían por qué veníamos.

Éramos las Brigadas internacionales.

Éramos como héroes de cuento.

Alborozo, ovaciones.

Nadie sabía por qué yo aquí.



1938: dos años en España.

He visto crueldad, perversión fuera de mí.

Otros se deleitaron torturando, violando.

No participé e intenté evitarlo.

Lo logré a veces.

Simplemente hombres.

Muchos brigadistas se desencantaron.

Yo no. Yo nunca me había encantado.

Hombres simplemente.

Los milicianos luchan por la República porque son pobres y nada arriesgan.

Los rebeldes la atacan porque defienden privilegios.

Unos con la República. Otros contra ella.

Ser de unos o de otros es accidental.

Los republicanos cambiarían de bando si tuvieran riquezas, poder, propiedades.

Los sublevados serían comunistas si hubieran nacido pobres.

Los explotados serían explotadores.

Quienes reclaman justicia serían injustos.

Ya antes hubo señores y siervos.

Unos esclavizaron a otros.

Simplemente hombres. Nada más que hombres.

Lo demás es azaroso.

Acaso todos lo mismo.

Milicianos, rebeldes, insecto sin nombre.

Materia, universo.

Depravación, impulsos. Mi voluntad.

Lo que me trajo a España.



El insecto se mueve como mi memoria, como mis pensamientos.

De un lado a otro, no en línea recta.



Vi entrañas, cuerpos calcinados, heridas por donde la vida se vaciaba.

Lamento de moribundos, aquí en el hospital oigo ahora.

Otros expiraron junto a mí.

Caían granadas de noche en la trinchera.

Arriesgué mi vida en el frente, en las zanjas.

Compartí miedo, compartí dolor.

Arrinconaba así mi sadismo.

Yo ligado a otros.

Inicio de victoria.

Esfuerzo por sentirlo.

Yo venciendo a él.

Yo venciendo a eso.

Yo venciendo a mí.



Un haz de sol me calienta.

Aún siento mi cuerpo.

Pronto no lo sentiré.

Me enterrarán y seré naturaleza.

Siempre lo fui pero ahora conciliado, fundido, reencontrado con ella.



He vencido.

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