-Esquilar ovejas.
-Cuándo se siembra el maíz, cuándo se siembran los tomates, cuándo se siembra todo.
-Diseñar relojes.
-Herrar caballos.
-Cómo hacer queso. Cómo hacer mermelada. Cómo hacer hojaldre.
-Esculpir en piedra.
-Tapizar un sofá.
-Repujar cuero.
-Desplumar pollos.
-Cuánto tarda el mosto en volverse vino.
-Cuánto tarda el vino en volverse vinagre.
-Cuándo hay que sembrar el trigo (o el maíz, o el arroz). Cuándo hay que regarlos. Cuándo hay que segarlos.
-Entender el suajili. Entender el chino. Entender el sueco.
-Orientarme con la estrella polar.
-Cuánto dura el embarazo de una vaca. O el de una cabra. O el de una cerda.
-Tocar, sacarle música a un acordeón. Tocar el clarinete. Tocar la guitarra. Tocar cualquier cosa que no sea el timbre.
-Por qué al amanecer cantan los gallos.
-Por qué los loros imitan sonidos.
-Reparar la avería del grifo que gotea...
Anoté, al buen tuntún, más de mil cosas que desconozco. Y cuando paré de escribir no fue porque no quedaran zonas de oscuridad, sino porque la azafata me lo pidió (el avión iba a aterrizar).
Después en la Academia, mientras recibía el premio Nóbel, me pregunté cómo me las arreglo para disimular tanta ignorancia.
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