Ya digo que habitualmente es sumiso. Incluso ha desarrollado cierta empatía conmigo: no es raro que antes de acabar la frase intuya mi idea. Se anticipa y la acaba.
Le añadí reconocimiento de voz y parece gustarle que le dicte pues, mientras hablo, muestra iconos risueños.
No niego que le he cogido afecto. Ya desde pequeño me encariñaba con las cosas y se me hacía duro desprenderme de ellas. El peluche de Snoopy, la cartera del cole, la bici que hubo que regalar porque ya no aguantaba mi peso…
Pero los ordenadores quedan obsoletos y hay que cambiarlos. Sacan nuevos programas, su capacidad se agota y empiezan a ir lentos. No basta con ampliarles memoria o añadir utilidades.
Por eso tecleé un e-mail al bazar informático: “les agradeceré que me envíen catálogo y precios”.
Y el caso es que hoy, al iniciar sesión para leer el correo, en el monitor no sale la bandeja de entrada, sino un mensaje que dice “NO ME ABANDONES”.
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