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miércoles, 20 de febrero de 2013

NAVIDAD SIN AMBIENTE (Miguel Delibes)


-Ella nunca ponía el Niño de esa manera -dijo Chelo al sentarse a la mesa.

-Es lo mismo; cámbialo. Ni me di cuenta.

Cati se pasó delicadamente las manos por las mejillas sofocadas.

-Sentaos -dijo.

Raúl y Tomás hablaban junto a la chimenea.

Dijo Chelo:

-Mujer, es lo mismo. El caso es que el Niño presida, ¿no?

La silla crujió al sentarse Raúl, a la cabecera. Elvi rió al otro extremo.

-Deberías comer con más cuidado -dijo-. Yo no sé dónde vas a llegar.

Dijo Frutos:

-¿Por qué no habéis prendido lumbre como otros años?

A Cati le temblaba un poco la voz:

-Pensé que no hacía frío -levantó sus flacos hombros como disculpándose-. No sé...

-Bendice -dijo Toña.

La voz de Raúl, a la cabecera, tenía un volumen hinchado y creciente, como el retumbo de un trueno:

-Me pesé el jueves y he adelgazado, ya ves. Pásame el vino, Chelo, haz el favor.

Dijo Cati:

-Si queréis, prendo. Todavía estamos a tiempo.

Hubo una negativa general; una ruidosa, alborotada negativa.

-¿No bendices? -preguntó Toña.

Agregó Frutos:

-Yo, lo único por el ambiente; frío no hace.

Cati humilló ligeramente la cabeza y murmuró:

-Señor, da pan a los que tienen hambre y hambre a los que tienen pan.

Al concluir se santiguó.

Dijo Elvi:

-¡Qué bendición más original, chica! Ella nunca bendecía así.

Rodrigo miró furtivamente a su izquierda, hacia Cati:

-Se me hace raro no verla aquí, a mi lado, como otros años.

Tomás, Raúl y Frutos hablaban de las ventajas del «Seat 600» para aparcar en las grandes ciudades. Dijo Raúl:

-En carretera fatiga. Es ideal para la ciudad.

Chelo tenía los ojos húmedos cuando dijo:

-¿Os acordáis del año pasado? Ella lo presentía. Dijo: «Quién sabe si será la última Navidad que pasamos juntos.» ¿No os acordáis?

Hubo un silencio estremecido, quebrado por el repique de los cubiertos contra la loza. Raúl estalló:

-Llevaba veinte años diciendo lo mismo. Alguna vez tenía que ser. Es la vida, ¿no?

Cati carraspeó:

-Esa bendición se la oí un día al padre Martín. Es sobria y bonita. Me gustó.

Tomás levantó la voz:

-A mí, como no me gusta correr, tanto me da un coche grande como uno pequeño.

Elvi fruncía su naricita respingona cada vez que se disponía a hablar. Dijo:

-Raúl tiene pan, pero haría mejor pidiéndole a Dios que no le diese hambre. Si no, yo no sé dónde va a llegar.

Elena pasaba las fuentes alrededor de la mesa. Y cuando Elvi habló, unió su risa espontánea a la de los demás.

-No, gracias, hija; no quiero más -dijo Frutos con un breve gesto de la mano. Rodrigo denegó también. Dijo luego:

-Ella ponía la lombarda de otra manera. No sé exactamente lo que es, pero era una cosa diferente.

Raúl se volvió a Tomás:

-Pero, bueno ¿quieres decirme qué kilómetros haces tú?

Dijo Frutos:

-Con la chimenea apagada no me parece Nochebuena, la verdad.

Toña saltó:

-No es la chimenea.

Cati se inclinó hacia Rodrigo:

-Está rehogada con un poco de ajo, exactamente como ella lo hacía.

Elvi arrugó su naricilla:

-Sigo pensando en esa bendición tuya, tan original, Cati. Creo que no está bien. Para arreglar ese asunto entre los que tienen hambre y los que no tienen hambre, me parece que no es necesario molestar a Dios. Sería más sencillo decirles a los que tienen pan y no tienen hambre, que les den el pan que les sobra a los que tienen hambre y no tienen pan. De esa manera, todos contentos, ¿no os parece?

Tomás se soliviantó un poco:

-Haga los kilómetros que haga. Yo no tengo necesidad de correr y en carretera tanto me da un «Seiscientos» como un «Mercedes»; es lo que tengo que decir.

-A mí no me parece Nochebuena -dijo Frutos después de observar atentamente la habitación-. Aquí falta algo.

Chelo amusgó los ojos y miró hacia Cati:

-Cati, mona -dijo- si te miro así con los ojos medio cerrados, como vas de negro, todavía me parece que está ella -se inclinó hacia Raúl-. Raúl -añadió-, cierra los ojos un poco, así, y mira para Cati. ¿No es verdad que te recuerda a ella?

Cati hizo un esfuerzo para tragar. Toña hizo un esfuerzo para tragar. Raúl hizo un esfuerzo para tragar. Finalmente, entrecerró los ojos y dijo:

-Sí, puede que se le dé un aire.

Rodrigo se dirigió a Frutos, cruzando la conversación:

-No te pongas pelma con el ambiente. No es el ambiente. Es la lombarda; y el besugo también. Este año tienen otro gusto.

Frutos enarcó las cejas.

-Lo que sea no lo sé. Pero a mí no me parece que hoy sea Nochebuena.

Cati descarnaba el alón del pavo nerviosamente, con increíble destreza. Luego se lo llevaba a la boca con el tenedor en porciones minúsculas.

Dijo Raúl:

-Pásame el vino, Chelo, anda.

Chelo le pasó la botella. Inmediatamente se incorporó y, sin decir nada, colocó al Niño en ángulo recto con el largo de la mesa, encarando a Cati. Inquirió:

-¿Y así?

Dijo Elvi:

-No os molestéis. Es la bendición tan rara de Cati la que lo ha echado todo a perder.

Toña gritó:

-¡No es la bendición!

-Bueno, no os pongáis así. Lo que hay que hacer es beber un poco -dijo Raúl-. El ambiente va por dentro.

Y repartió vino en los vasos de alrededor.

Frutos se puso en pie y sacó del bolsillo una caja de fósforos:

-Aguarda un momento -dijo-. ¿Tenéis un papel? -se dirigió a la chimenea.

Chelo le dijo a Toña:

-Toña, por favor, cierra un poco los ojos, así, y mira para Cati.

-Déjame -dijo Toña.

Las llamas caracoleaban en el hogar. Frutos se incorporó con una mano en los riñones. Voceó mirando al fuego:

-Esto es otra cosa, ¿no?

Añadió Chelo:

-Yo no sé si es por el luto o que...

Frutos reculaba sin cesar de mirar a la lumbre:

-¿Qué? ¿Hay ambiente ahora o no hay ambiente?

Hubo un silencio prolongado, Rodrigo lo rompió al fin. Le dijo a Cati:

-¿Pusiste manzanas en el pavo?

-Sí, claro.

Rodrigo encogió los hombros imperceptiblemente. Frutos apartó su silla y se sentó de nuevo. Continuaba mirando al fuego. Toña le dijo irritada:

-No te molestes más; no es el fuego.

Elvi frunció su naricita:

-Cati -dijo-, si probaras a bendecir de otra manera, a lo mejor...

Se oyó un ronco sollozo. Raúl dejó el vaso de golpe, sobre la mesa.

-¡Lo que faltaba! -dijo-. ¿Pues no está llorando la boba ésta ahora? Cati, mujer, ¿puede saberse qué es lo que te pasa?

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